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Capítulo 5 Wu Yong captura mediante engaño los regalos de cumpleaños

水浒传故事(西文版) 作者:王国振


CAPÍTULO 5

Wu Yong captura mediante engaño los regalos de cumpleaños

Entonces era mediados del quinto mes lunar. Hacía calor. Los once guardias llevaban todos cargas pesadas por las serpenteantes sendas de montaña. Caminar era un esfuerzo duro. Se ahogaban. Les llovía el sudor a los once porteadores. Si alguno iba más despacio, a menudo Yang Zhi lo azotaba con su vara, obligándolo a continuar.

Llegaron al puerto de Tierra Amarilla. A ambos lados hay un bosque de pinos. Entonces los porteadores bajaron los palos de hombros y se tiraron debajo de los pinos.

–Buen sitio han escogido para refrescarse –vociferó Yang Zhi–. ¡Levántense, rápido! ¡Tenemos que seguir!

–Aunque nos cortes en ocho trozos, no podemos dar un paso más –contestaron los soldados.

El anciano ayudante y los dos capitanes treparon resollando a la cima de la montaña y se sentaron debajo de un pino, jadeando sin aliento. El anciano vio a Yang Zhi atacando a los porteadores:

–Realmente hace demasiado calor para marchar, mayor –dijo–. Perdónelos.

–Este es el puerto de Tierra Amarilla, una guarida favorita de bandidos. Aquí es muy peligroso.

A pesar de las súplicas de los soldados, Yang Zhi cogió su vara de ratán y gruñó a los soldados:

–¡Quien no ande se llevará veinte azotes con esto! –Iba a golpearlos con ella cuando vio a una figura sombría sacar la cabeza de un bosquecillo en frente y mirarlos. Dejando de lado la vara, cogió su alabarda y cargó hacia el bosquecillo, gritando:– ¡Villano insolente! ¿Cómo te atreves a espiar nuestro convoy?

En el bosquecillo encontró una alineación de siete carretillas y seis hombres, musculosos desnudos descansando a la sombra.

–¿Quiénes son? –Gritó Yang Zhi.

–Los siete somos de Haozhou. Llevamos dátiles para vender en la Capital del Este. –Contestó Chao Gai. Yang se tranquilizó.

A lo lejos apareció Bai Sheng, llevando dos cubos de vino blanco a los extremos de un palo de hombros, cantando mientras subía la cima: "Bajo un sol rojo que quema como el fuego, medio abrasado en los campos está el grano. Los corazones de los pobres labradores están escaldados de preocupación. Mientras los ricos se abanican perezosamente". Todavía cantando, caminó hasta el borde del bosquecillo de pinos, dejó descansar los cubos y se sentó a la sombra de un árbol.

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Al saber que Bai Sheng era vendedor de vino, los soldados lo consultaron.

–Tenemos sed y calor. ¿Por qué no compramos un poco? Nos aliviará el calor corporal.

–¿Qué saben ustedes patanes estúpidos? ¡Ni siquiera se les ha pasado por la cabeza los trucos que se sacan en la carretera! ¿Saben cuántos buenos hombres se han venido abajo por culpa de las drogas? –gritó Yang Zhi, cuando se dio cuenta de lo que estaban haciendo.

Los siete hombres, incluyendo a Chao Gai, dijeron:

–Tenemos sed. Véndenos un cubo.

–Un cubo cuesta cinco cuerdas de efectivo. Además, no tengo cucharón, tienen que usar los dos cazos de coco.

Sacando el vino por turnos, bebieron los siete, mientras se comían los dátiles. Wu Yong sacó medio cazo y se metió en el bosque diciendo que iba a coger dátiles. Dentro del bosque, Wu Yong vertió el vino, y sacó una bolsa de papel del bolsillo y vertió droga en el cazo. Entonces salió del bosque.

Al ver salir a Wu Yong, Chao Gai dijo:

–El cubo estaba vacío.

Wu Yong vertió algo de vino del segundo cubo diciendo:

–Cojo un cazo gratis.

Bai Sheng cogió el cazo, metió su contenido de vuelta al cubo y lo removió.

–Pareces un hombre, ¿por qué no te comportas como tal? –Se enfadó:– ¿Es esa la forma de comportarse?

Al ver esto, los soldados dijeron:

–¿Por qué no compramos el otro y nos remojamos el gaznate? Tenemos sed y calor. El viejo ayudante lo consultó con Yang Zhi.

–¿Por qué no los dejamos que compren algo de vino y eviten el golpe de calor? –dijo el ayudante–. Aquí no hay realmente un sitio donde conseguir agua. Esos comerciantes de dátiles se terminaron el primer cubo y se bebieron medio cazo del segundo. Esto prueba que el vino tiene que estar bien.

–Puesto que lo sugiere el ayudante jefe, pueden tomar algo de vino, sinvergüenzas. Luego seguiremos.

Los soldados hicieron un fondo común y lograron el precio del cubo. Pero el vendedor se negó.

–No vendo, no vendo –dijo enfadado–. El vino está drogado.

–No seas así hermano, –dijeron los soldados con sonrisa apaciguadora.

–¿Merece la pena armar tal lío? –Wu Yong apartó a Bai Sheng y pasó el cubo a los soldados–. Todos viajamos juntos. Véndeles algo de vino y déjalo ya.

Wu Yong les dio unos dátiles.

–Tomen también unos dátiles para acompañar el vino.

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Los soldados se lo agradecieron. Bebieron por turnos del cazo. Hasta el ayudante jefe y Yang Zhi bebieron algo. Entonces, los quince, con la cabeza pesada y las rodillas débiles, se miraron los unos a los otros mientras caían al suelo.

Entonces, los siete mercaderes sacaron las siete carretillas del bosquecillo y tiraron los dátiles colocando las once cargas de joyas y objetos de arte en las carretillas y cubriéndolas.

Yang Zhi no había bebido mucho y fue el primero en recuperarse. Arrastrándose, apenas podía mantenerse en pie. Miró a los otros catorce. Ninguno podía moverse.

–Todo esto es todo por qué no me han escuchado, desgraciados, sabía que iba a pasar. Se han perdido los regalos de cumpleaños. ¡Ahora estoy involucrado! –Murmuró con una desesperación furiosa Yang Zhi. Cogió su alabarda, suspiró y bajó la cima.

Ninguno de los catorce revivió hasta la segunda guardia. El viejo representante dijo:

–Se han perdido los regalos de cumpleaños y Yang Zhi se ha ido. ¿Tienen alguna sugerencia?

–Le diremos al gobernador que Yang Zhi estaba compinchado con los ladrones. Nos drogaron, nos ataron de pies y manos y se escaparon con el tesoro.–Lo arreglaron inmediatamente y fueron a informar al gobernador.

Pero hablemos de Yang Zhi. Cuando entró en el bosquecillo recibió una sorpresa. Al verlo, un monje grande y gordo, con el torso al aire y la espalda tatuada muy elaboradamente, gritó:

–Eh, amigo ¿de dónde eres?

En voz alta dijo:

–Dime de dónde eres, monje.

En lugar de responder, el monje se acercó blandiendo su cayado. Fue corriendo hacia su oponente, alabarda en mano. Lucharon cuerpo a cuerpo por todo el bosque.

El monje hizo una finta y se salió de la zona de combate.

–¡Descansa! –rugió–. Tipo de cara azul, ¿quién eres?

–Soy Yang Zhi, un ayudante militar de la Capital del Este.

–Soy el monje tatuado Lu Zhishen.

–Pero pensaba que estabas en el gran monasterio de Xiangguo –sonrió Yang Zhi–. ¿Qué haces aquí?

–Como salvé la vida de Lin Chong, el patán de Gao hizo que el gran monasterio Xiangguo me echara. Quise ir al monasterio de la Perla Preciosa en la montaña de los Dos Dragones con intención de unirme a la banda de Deng Long pero el sinvergüenza no me quiso. Peleé con él y se dio cuenta que no era rival para mí, así que huyó montaña arriba cerrando y atornillado las tres grandes puertas a sus pies. No hay otra forma de subir.

Yang Zhi llevó a Lu Zhishen a la taberna de Cao Zheng, conocido como Tallador de Demonios. Al saber que los dos querían tomar la montaña de los Dos Dragones, Cao Zheng les dijo:

–Tengo una idea pero no sé si la aprobarán.

–Oigámosla –dijo Yang. Cao Zheng expuso su plan y los dos decidieron seguirlos.

Al día siguiente, Cao Zheng y Yang Zhi, disfrazados como dos campesinos, ataron fuerte a Lu Zhishen con nudos falsos. Fue llevado al exterior de la primera puerta. Cao Zheng dijo:

–Este monje gordo no para de decir que va a coger mil hombres del pantano de Liangshan y acabar con la montaña de los Dos Dragones, iba a saquear también su aldea. Lo he atiborrado de vino hasta que se ha emborrachado y luego lo he atado y se los traigo aquí para que se lo lleven a su jefe como muestra de nuestro respeto filial. –Deng Long estaba encantado y ordenó que abrieran las puertas y lo metieran.

Yang Zhi y Cao Zheng, subieron por el camino escoltando a Lu Zhishen y llegaron al monasterio de la Perla Preciosa. Los dos campesinos tiraron de la cuerda y los nudos se deshicieron. Lu cogió el cayado de Cao Zheng y lo blandió como si fuera una ráfaga de nubes. Rápidamente le partió la cabeza en dos. Los granujas se pusieron de rodillas y se entregaron. Así, Lu Zhishen y Yang Zhi se hicieron los dueños de la fortaleza.

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