CAPÍTULO 9
Una joven muy seria ofrece consejo nocturno.
Baoyu regresó y mandó a alguien a buscar a Aroma. Después de que Aroma llegara, Baoyu pidió a alguien que fuera a buscar el kumis. Hubo un coro de respuestas por parte de las doncellas:
–¡Se lo bebía la abuela Li!
Baoyu estaba a punto de decir algo cuando Aroma lo cortó con una sonrisa:
–¡Así que eso era lo que estabas guardando para mí! Ha sido un pensamiento muy amable; pero la última vez que lo tomé, al ser tan aficionada, tomé demasiado y me dio un terrible dolor de estómago. No se fue hasta que lo eché todo y desde entonces me repugna. En el fondo, ha sido una buena obra que se lo bebiera. Solo habría ido de aquí para allá y se habría estropeado. Lo que realmente me apetece ahora son unas castañas secas.
Baoyu estaba completamente sorprendido por esta pequeña traviesa y, olvidándose del kumis, salió por castañas.
Baoyu fue a ver a Daiyu. Daiyu estaba en ese momento echándose una siesta. Se apresuró a despertarla. Estaba absorto por una fragancia sutil que parecía proceder de la manga de Daiyu, una fragancia que intoxicaba los sentidos, y provocaba que uno se sintiera bastante enervado.
Tras la comida, Baoyu fue al apartamento de la tía Xue en busca de entretenimiento. El medio hermano de Baoyu, Jia Huan también se dirigió a donde la tía Xue con un propósito similar. Encontró allí a Cuadrúpeda, Turpial y Baochai echando una partida de Go de carreras y, después de observar un rato, decidió que quería jugar. Baochai le hizo sitio y le invitó a unirse a ellos en el kang. Jia Huan ganó la primera partida. Pero entonces, como quiso la suerte, perdió varias veces seguidas y comenzó a irritarse ciertamente. Era su turno para tirar el dado. Lo arrojó del cubilete con toda su fuerza y y se abalanzó por él, reclamando el dinero. Orión murmuró:
–¡Ja! ¡Uno de los amos! Engañando a una doncella por unas pocas monedas de cobre! Mira cuánto dinero perdió Baoyu el otro día cuando estaba jugando con nosotros y sin embargo no le importó.
–¿Cómo puedo esperar competir con Baoyu? –dijo Jia Huan, comenzando a gimotear–. Tomáis todos partido contra mí solo porque soy el hijo de una concubina.
–¿Qué lloriqueas en medio de las fiestas del Año Nuevo? –dijo Baoyu a Jia Huan–. Si esto no te gusta, ¿por qué no te vas a otra parte?
Ante tal discusión, Jia Huan no pudo quedarse más. Cuando regresó a su propio apartamento, su auténtica madre, la "tía" Zhao se dio cuenta del estado abatido en el que estaba. Escupió desdeñosamente:
–¡Pequeño mocoso mimado! Nadie te pidió que fueras a jugar con esos.–Justo en ese momento, acertaba a pasar por fuera Xifeng, y le gritó por la ventana–: Solo es un niño. No ha hecho nada terrible. ¿Por qué quieres seguir así con él? No importa dónde ha estado, el Sr. Zheng y la Sra. Wang son bastante capaces de cuidar de él por sí mismos. ¡No hay motivo para que le calientes la cabeza!
Daiyu se fue enfadada a su habitación. Baoyu fue corriendo detrás. Justo después irrumpió Xiangyun y los reprobó sonriente por abandonarla:
–Pdima Lin, pdimo Bao, podeis vedos cada día; sin embadgo, ahoda que he venido me ignodáis!
–¡Hablar mal no parece hacerte menos charlatana! –rompió a reir Daiyu– Escúchate: "¡Pdimo, pdima!" Cuando juegas al Go son todo "tdeces y catodces"!
Baoyu acompañó a Xiangyun y a Daiyu a su habitación y se quedaron allí hablando hasta bastante después de las diez, a pesar de las frecuentes llamadas de Aroma. En cuanto amaneció al día siguiente, Baoyu salió de nuevo a la habitación de las chicas.
Todo ese día Baoyu se quedó en su propia habitación sin ver a nadie. Se durmió casi tan pronto como su cabeza tocó la almohada. Despertándose con la primera luz de la mañana, se sentó en la cama y descubrió que Aroma yacía totalmente vestida junto a él fuera de las mantas. La despertó con un empujoncito suave.
–¡Vete bien a la cama! ¡Te enfriarás, durmiendo así!
–Ahora estás despierto, ¿no sería mejor que fueras corriendo al otro sitio a lavarte? –Aroma lo miró enfadada.
–¿Qué otro sitio? –dijo Baoyu.
–¿Por qué me preguntas? –sonrió fríamente Aroma– ¿Cómo podría saberlo?
–¿Aún recuerdas eso? –se rio Baoyu.
–Lo recordaría aunque viviera cien años –dijo Aroma–. No soy como tú: tratando todo lo que digo como si nada.
Había algo en su preciosa cara cubierta de enfado que Baoyu encontró infinitamente conmovedor. Agarró una peineta de jade que yacía junto a la almohada y la partió por la mitad.
–Que me partan si alguna vez dejo de escucharte otra vez.
La bebé de Xifeng estaba enferma. Se había llamado al doctor y acababa de terminar de tomarle el pulso. Se había preparado una habitación purificada ritualmente para los dos médicos que no tenían permitido regresar a sus propias casas hasta que el período acostumbrado de doce días hubiera pasado. Jia Lian era la clase de hombre que empieza a juguetear en el momento que deja a su esposa. Después del duodécimo día, Jia Lian regresó al tálamo nupcial. Paciencia comenzó a quitar las ropas de cama que habían sido traídas del estudio exterior. Para su sorpresa encontró algo raro en la funda de la almohada de Jia Lian y, después de tantear en el interior, sacó un sedoso mechón negro de cabello femenino. Xifeng entró diciendo:
–¿Has traído de vuelta las cosas del estudio exterior?
–Sí –dijo Paciencia.
–¿Había algo que no debería haber? Estuvo casi quince días fuera. No contaría con que se haya mantenido limpio todo ese tiempo.
–Es gracioso que diga eso, Sra. Lian. –Paciencia se rio–: Exactamente el mismo pensamiento tuve yo; pero, aunque miré sus cosas muy cuidadosamente, no encontré nada sospechoso. Si no me cree, puede mirar usted misma.