CAPÍTULO 10
Baoyu encuentra la iluminación Zen en un aria operística
Desde que llegó por primera vez Baochai, la abuela Jia estaba impresionada agradablemente por su disposición plácida y fiable y, ahora que estaba a punto de pasar su primer "gran" cumpleaños en el hogar Jia, la anciana decidió que fuera memorable. Cogiendo veinte monedas de plata de su almacén privado, llamó a Xifeng y le dio instrucciones de que las gastara en suministrar vino y juegos para una celebración. Por fin llegó el día veintiuno. Se había erigido un pequeño escenario en el patio exterior del apartamento de la abuela Jia. Cuando llegó el momento de traer el vino y comenzar la fiesta, la abuela Jia invito a Baochai a escoger una obra. Escogió Zhi-shen en la Puerta del Monasterio.
–No soporto las obras ruidosas –dijo Baoyu–. Nunca he podido.
–Si llamas a esto una obra ruidosa –dijo Baochai– demuestra que no sabes de qué estás hablando.
Baoyu regresó a su propia habitación y se tiró en la cama. Saltando de la cama se dirigió al pupitre, tomó un pincel y escribió algunas líneas a imitación de una gatha budista y la letra del aria de La Vid Trepadora. Con curiosidad por saber lo que había pasado después de la partida de Baoyu, la propia Daiyu se acercó para echar un vistazo. Aroma le pasó la hoja de papel que contenía la gatha de Baoyu y el poema La Vid Trepadora. Se lo llevó a su propio cuarto. Al día siguiente se lo mostró a Baochai. Baochai echó un vistazo al poema y entonces leyó la gatha. Se rio.
–Me temo que es todo culpa mía. Debe de haber sido esa aria de la que le hablé ayer lo que lo empezó todo. Esas paradojas zen y escritos taoístas pueden descarriar a la gente fácilmente si no se comprenden de forma adecuada.
Justo entonces se anunció que la Concubina Imperial había enviado a alguien de Palacio con un acertijo de farolillo que tenían que adivinar. Inflamados con entusiasmo por el ejemplo de Yuanchun, la anciana Sra. Jia decidió llevar a cabo una fiesta de acertijos. Se construyó rápidamente una linterna muy elegante con forma de pantalla de tres aleros bajo sus órdenes y se instaló en el salón. Cuando se hubo hecho esto, le dijo a todos los chicos y chicas que inventaran acertijos, siendo cuidadosos de guardarse las respuestas para sí mismos. Las respuestas deberían escribirse en papelillos y pegarse a la pantalla del farolillo. Jia Zheng se dio cuenta del entusiasmo de la anciana cuando regresó de la corte y él mismo se unió por la noche a la diversión.
–Echa un vistazo a los acertijos de la pantalla, –dijo la abuela Jia–, son todos hechos por los niños. Mira a ver si puedes decirme las respuestas.
Jia Zheng se levantó de su sitio y se acercó a la pantalla del farolillo.
"¡He dicho basta!" pensó. ¿Qué puede ser lo que haga que estas jóvenes criaturas inocentes tengan un lenguaje que es tan trágico y de mal augurio? Es casi como si estuvieran todos destinados a ser desgraciados y vivir poco y estuvieran prediciendo inconscientemente sus destinos."
El cambio de los poemas del proyecto de jardín de Yuanchun le había dado una vívida recolección de las bellezas del jardín. Estaba segura de que su padre, por una celosa reverencia al Emperador y a ella misma, lo habría tenido todo cerrado bajo llave desde su visita. Sentía que era un desperdicio y una vergüenza, más aún cuando su familia contaba con tantas jóvenes poéticas que habrían encontrado inspiración en ese escenario, por no mencionar el beneficio que su presencia habría aportado al propio jardín. Seguramente, las chicas deberían haber sido autorizadas a entrar en el jardín. Finalmente se decidió que Baochai tendría la Residencia de Todas las Especias, Daiyu la Casa de la Náyade, Yingchun el Pabellón de la Isla de los Amarillis, Tanchun el Estudio de Otoño, Xichun del Pabellón de Loto, Li Lian La Villa del Arroz Dulce y Baoyu la Casa de Las Delicias Verdes.
Un día después de la comida, hacia mediados del mes tercero, como nuestros antepasados, que medían el paso del tiempo por sus infrecuentes abluciones como era costumbre decir, Baoyu salió hacia el Dique de los Capullos Encharcados con los volúmenes del Romance del Pabellón del Oeste bajo el brazo y se sentó en una roca bajo el melocotonero que crecía allí junto al puente. Tras él habló una voz:
–¿Qué haces aquí?
Miró alrededor y vio que era Daiyu. Baoyu le pasó el libro. Comenzó a leer y no terminó hasta mucho después.
Daiyu regresaba a su propia habitación y pasaba junto a la esquina de la Residencia del Peral cuando oyó los lánguidos serpenteos de una flauta y las dulces modulaciones de una voz de niña que venía del otro lado de la pared. Se dio cuenta de que había doce actrices ensayando en el interior. Un trozo del canto tuvo oportunidad de colarse en su oído con gran claridad: "Porque por ti, belleza mía como una flor; los años pasan rápido como las aguas que corren." Las palabras la conmovieron hasta lo más profundo de su ser. Desde allí su cabeza recordó algunas líneas de la Romance del Pabellón del Oeste que acababa de leer: "Igual que caen las flores y corre rojo el arroyo suelto, mil deseos enfermizos atestan la mente." Todas estas líneas y versos se juntaron en una sola impresión abrumadora, que rasgó su alma con un pinchazo de una angustia tan apasionada que se le salían las lágrimas de los ojos.